Las residencias de mayores a examen

21/04/2020

En España hay cinco mil cuatrocientas residencias de mayores que atienden a  más de trescientas cincuenta mil personas y dan trabajo directo a doscientas cincuenta mil. En apenas diez años, se ha duplicado el número de personas atendidas en centros residenciales gracias a una estrecha colaboración público/privada que ha funcionado a un buen nivel. Cerca de tres mil millones de euros han sido invertidos por la iniciativa privada, la gran mayoría, más del 70%, pequeñas y medianas empresas.

Las residencias de mayores, hoy de actualidad debido a la pandemia del COVID-19,  cuestión de la que nos ocuparemos más adelante, han jugado y juegan un papel clave en nuestra sociedad y en el desarrollo de un concepto de salud identificado como calidad de vida.

La gran mayoría de personas en situación de dependencia son mayores que necesitan ayuda en sus actividades de la vida diaria, desde su aseo personal, hasta su alimentación y medicación. Si estas personas tienen una dependencia grave que exige muchas horas de dedicación, o siendo leve se encuentran solas, o sus familiares no pueden cuidarlos por tener obligaciones laborales o de otro tipo, se trasladan a vivir a una residencia de mayores, donde día y noche, son atendidos por  profesionales.

En las residencias de mayores no solo se ayuda a las personas para poder llevar a cabo sus actividades de la vida diaria, sino que también se crean espacios para relacionarse y compartir inquietudes con otras personas que se encuentran en su misma situación. Y no solo eso, sino que junto a las gerocultoras, hay  enfermeras que controlan la medicación, curas y constantes vitales, o terapeutas, fisios y psicólogos con los que trabajan diariamente, junto con un médico que pasa consulta diaria. El resultado es una clara mejora en su calidad de vida, arropada por el cariño y visitas periódicas de sus familiares.

Ahora bien, una residencia no es ni un hospital ni un centro sanitario. Su trabajo es cuidar no curar. Ante cualquier enfermedad grave su obligación es el traslado urgente a un hospital.

¿Qué ha sucedido con la pandemia del COVID-19? Algo trágicamente simple: los hospitales están desbordados, las residencias  pidiendo ayuda a las Autoridades Sanitarias, solicitando EPIS y test de detección que no llegan, y hoy, a estas alturas, se reciben con cuentagotas. Las personas   confinadas en sus habitaciones para no ser contagiados o no contagiar a otros. El personal jugándose la vida con elementos de protección muy escasos. Los familiares, con lógico grado de ansiedad, sin poder visitar a sus mayores. Los casos graves a la espera de ser trasladados a los hospitales o centros especializados, con muchas dificultades para lograrlo. Personas que fallecen y que, como sucede en cualquier casa, tienen que esperar a que vengan los servicios funerarios colapsados en muchas zonas del país. Esta es la realidad y las graves consecuencias que acarrea son conocidas. Cada residencia ha tenido que ir tomando medidas por su cuenta, con mayor o menor acierto, ante la escasa ayuda de las Autoridades y con más de una cuarta parte de la plantilla de baja.

Llegará el momento en que podamos estudiar con profundidad, los errores y negligencias cometidos en esta pandemia, pero me atrevo a afirmar que, salvo casos aislados y mentes tortuosas dispuestas a difamar y  agitar las aguas con cualquier pretexto, las Residencia de Mayores, en su inmensa mayoría, merecerán un gran reconocimiento a su trabajo. Unos verdaderos héroes que, sin material ni condiciones adecuadas, han trabajado duro por salvar de contagios a más de trescientas cincuenta mil personas que viven unas al lado de otras.

Es necesario valorar el papel y la aportación que los centros de mayores, sin dejar de ser lo que son, pueden llevar a cabo en el Sistema Nacional de Salud, tanto en circunstancias ordinarias como extraordinarias No cabe duda de que los centros tienen a su cargo una población, como decimos, de trescientas cincuenta mil personas, con un alto grado de porcentaje de enfermedades crónicas, y que un buen seguimiento de las mismas puede evitar reagudizaciones, con un buen control de la medicación y de las constantes vitales, con respuestas a crisis personales que no exigirían ingresos hospitalarios. De todo esto hablaremos en su momento.

Seguro que encontraremos alternativas para que desde un Sistema Nacional de Salud mejor pensado, dirigido y coordinado, se dé la respuesta adecuada a situaciones como las que hemos vivido, pero no  endosemos la culpa a quien ni es responsable, ni entra en sus competencias la solución a un problema sanitario.

 

Alberto Giménez Artés

 Presidente de la Fundación Economía y Salud