Ahora más que nunca la población reconoce la importancia de la Salud Pública y la necesidad de su protección.

26/10/2020

 

Mercedes Martínez-Novillo González. Jefa de Servicio de Análisis Clínicos

Directora Instituto de Medicina de Laboratorio.

Hospital Clínico San Carlos de Madrid

 

¿Cuál es el significado real de la expresión “Orientación al ciudadano”?

Orientación al ciudadano se utiliza desde hace años como expresión de que todo acto sanitario debe siempre estar enfocado hacia las necesidades del paciente/ciudadano en un sentido amplio.

Incluye dos conceptos diferentes y muy relevantes, el de alcanzar los resultados deseados en salud y el de tomar conciencia de las expectativas y de la experiencia del paciente, pues el conjunto de ambos va a determinar la calidad asistencial total.

Por tanto, es preciso considerar el sistema sanitario como un conjunto, donde ambas perspectivas, tanto la interna de la organización, como la de las personas que reciben el servicio, deben ser consideradas.

 

¿Qué entendemos por “Resultados en Salud”?

Responde a la necesidad de valorar el resultado de las actuaciones sanitarias en el sujeto, teniendo en cuenta criterios, no sólo cuantitativos, si no también cualitativos, incluyendo los factores que repercutan en el paciente (o ciudadano) y en su entorno.

Medir dichos resultados de manera fiable y reproducible, implica, por lo tanto, una visión diferente, fruto de la participación del ciudadano, paciente, cuidador, etc. en el proceso. Visión que debe incorporar sus necesidades, tener en cuenta sus expectativas y valorar sus propuestas para mejorar organizativa y estructuralmente.

La orientación a resultados obliga a un cambio de dirección que ha determinado el auge de la Medicina de Precisión o Medicina Personalizada de la mano del enorme desarrollo de la genética y la genómica y la utilización del big data en la generación de patrones específicos de comportamiento.

 

¿Qué relación existe entre los “Resultados en Salud” y la sostenibilidad del sistema sanitario?

Para poder garantizar a lo largo del tiempo una provisión igualitaria de los servicios de atención a la salud a todos los ciudadanos, es necesario tener en cuenta el criterio de la sostenibilidad.

La crisis mundial del año 2008 nos empujó a revisar nuestro consumo de recursos, obligándonos a cuestionar los gastos ligados a la no calidad, la redundancia, las peticiones innecesarias, etc. así como los costes en falta de definición o falta de utilidad de procesos, circuitos o dispositivos asistenciales; en definitiva, la necesidad de frenar el gasto no necesariamente ligado a mejoras en resultados.

A lo largo de estos últimos años se han perfilado y perfeccionado los mecanismos de evaluación, utilizando las herramientas de la calidad, entre otras.

Pero más allá del gasto sin resultados objetivables, este despliegue de pruebas y procedimientos puede resultar una amenaza a la propia seguridad del paciente, tanto por infra, como por sobrediagnóstico o, simplemente, por llevar a errores en el diagnóstico.

 

 ¿Qué relación existe entre la adecuación de las pruebas diagnósticas y la seguridad del paciente?

La adecuación de la demanda es un factor determinante para contribuir a minimizar las prácticas sanitarias innecesarias, consecuencia de la variabilidad en la práctica clínica, que suponen una amenaza para la equidad, para la sostenibilidad y, por supuesto, para la seguridad del paciente.

Implica un diálogo abierto y continuo entre los profesionales, que permita protocolizar, pero también corregir y redirigir las estrategias cada vez que estas se desvíen de los objetivos perseguidos.

Los servicios diagnósticos hemos evolucionado para responder a la enorme demanda de pruebas, condicionados por la automatización y la tendencia a la medición de resultados basada en volúmenes, perdiendo la posibilidad de interaccionar con el clínico para evaluar la oportunidad y efectividad de estas.

Las tendencias actuales retoman, con el impulso de las sociedades científicas y entidades nacionales e internacionales, la búsqueda de la adecuación a través de las iniciativas denominadas “NO HACER”, que persiguen hacer lo que hay que hacer para conseguir encontrar respuesta a lo que buscamos.

 

¿Qué relevancia pueden tener estas consideraciones en tiempos de la Covid-19?

La existencia de prácticas relacionadas con la seguridad del paciente en la rutina diaria de laboratorios y otros centros diagnósticos deben ser requisitos de funcionamiento, más que condiciones accesorias, por su posible  repercusión en la seguridad del paciente.

Desde el momento en que la Covid-19 se transforma en una pandemia, la preocupación por la seguridad del paciente se canaliza de forma casi monográfica, rompiendo, muy a pesar de los profesionales de la salud, con gran parte de los protocolos y procedimientos habituales orientados a un buen uso de estas herramientas diagnósticas.

La improvisación motivada por la necesidad de reacciones urgentes se manifiesta a todos los niveles, la fabricación de tests diagnósticos a toda velocidad, su implantación precipitada en la rutina, la escasez e irregularidad en el suministro de los reactivos y fungibles, así como de la falta de cumplimiento de las expectativas previstas.

En el mismo sentido, las organizaciones sanitarias han tenido que adecuarse a una demanda nueva y con crecimiento desmedido, que ha puesto en entredicho su solidez, pero que, al mismo tiempo, la ha reforzado.

A estos factores se une la rápida e imparable divulgación de información sanitaria desde fuentes poco ortodoxas o mal documentadas, generando incertidumbres sobre la utilización de las pruebas, sus resultados y las acciones consiguientes, inundando la opinión pública de conocimientos imprecisos que también repercuten en la seguridad del paciente.

Desde el ámbito sanitario se aspira a incorporar la Covid-19 al panel habitual de enfermedades víricas, sobre todo a partir de la llegada de las vacunas, para que la atención a la Covid-19 no monopolice la asistencia.

Se lucha cada día desde todos los ámbitos de la administración sanitaria, para que se recupere el espectro de atención sanitaria que ha caracterizado el modelo sanitario de nuestro país y del que siempre nos hemos sentido orgullosos.

Esperamos que, poco a poco, la neutralización de la pandemia redunde en reconducir los procesos o, mejor aún, nos conduzca a replantear los procesos asistenciales en otras direcciones, aprendiendo de los errores cometidos.

 

¿Qué aprendizajes podríamos obtener de la era Covid-19?

Creo que es importante recordar que esta pandemia no sólo ha distorsionado la fórmula habitual de atención sanitaria, si no que ha reenfocado todos los aspectos de la sociedad y de sus principios. Por ello, necesitaremos un tiempo para recolocar las prioridades y recuperar los valores.

Entre los aprendizajes alcanzados, se ha hecho evidente la importancia de ayudar a que el ciudadano pueda distinguir entre el conocimiento científico-técnico y la divulgación informativa, que debe ser capaz de extraer los conceptos fundamentales de utilidad para el ciudadano, con la mayor sencillez posible, respetando el conocimiento científico.

La búsqueda de la equidad es otro principio básico que debe regir la asignación de recursos y en estos momentos, la lucha por conseguirla, ante todo tipo de dificultades, ha presidido, en general, todas las actuaciones, procurando que la atención al ciudadano fuera lo más igualitaria posible.

Siendo la variabilidad en la práctica médica el motor principal de la investigación en los servicios de salud, los profesionales hemos podido percibir como se han roto barreras y se han estimulado los estudios colaborativos a todos los niveles, resaltando el papel de la investigación traslacional.

Debemos consolidar lo aprendido de la lucha contra la Covid-19, como es la relevancia de la e-Salud, la necesidad continua de innovación y la razón de ser de la transformación digital.

También hemos podido apreciar el desgaste en las personas y en las instituciones que ha provocado la desinformación, que no genera valor ni aprendizaje, al igual que hemos podido valorar la importancia de la autocrítica oportuna y constructiva.

La población general reconoce, sin duda, que el sistema de salud es uno de los determinantes que más condicionan la salud de una comunidad y, ahora más que nunca, reconoce la importancia de la Salud Pública y de su protección, como un bien superior e inalienable, que todo gobierno debe garantizar con equidad y celo.

Antes de cualquier otro interés debe reconocerse el derecho a la salud y es bueno recordarlo también en estas circunstancias.