20/01/2021
José Luis Gutiérrez Sequera
Gerente Regional de Acceso al Mercado y Asuntos Reglamentarios
Laboratorios Servier
Lo expresado aquí representa mis propias opiniones, no actuando en representación de ninguna entidad.
¿A qué nos referimos cuando hablamos de Salud Digital?
El concepto de salud digital nos viene acompañando desde hace ya más de una década, y a pesar de ello puede que aun nos cueste definirlo de forma concreta, tal vez por la cantidad de elementos que caben dentro de este constructo. Existen múltiples definiciones de salud digital, y numerosas son también las áreas de desarrollo que incluye. Pero sin duda, hay un aspecto en el que impera un consenso generalizado, y es que nadie duda de que la llamada transformación digital en salud, ni es posible ni será completa sin una transformación cultural en paralelo.
En estas estábamos cuando se nos vino encima la COVID-19 abriendo un colosal escenario de amenazas para el sistema sanitario. La pandemia puso al descubierto sus múltiples fortalezas pero también sus numerosas debilidades. Bien es cierto que algunas ya eran conocidas.
El desarrollo de la salud digital no ha sido ajeno a esta situación, antes bien, ha demostrado que a pesar del estado embrionario de muchas de sus iniciativas, en no pocos escenarios ha sido capaz de demostrar madurez suficiente como para acudir al rescate de la gestión de la crisis sanitaria. Tanto es así, que en muchos casos se han completado en muy pocas semanas, etapas de evolución que llevaban años sin avanzar. No en vano, para sorpresa de muchos, hemos podido presenciar como muchas de las barreras que todos identificábamos en el avance de la digitalización del entorno sanitario, han saltado por los aires de la noche a la mañana. La pregunta ahora es doble: por un lado, si hemos aprendido algo, y por otro, si vamos a ser capaces de consolidar muchos de los avances que se han puesto en marcha forzados por la pandemia. El punto de partida no era muy optimista: por ejemplo, la Federación Española de Empresas de Tecnología Sanitaria publicaba el pasado mes de junio su índice de madurez en salud digital relativo a nuestro sistema sanitario, otorgando sólo 834 de 2.632 puntos. Atendiendo a este dato cabe plantearse la necesidad de planificar mejoras.
¿Qué aspectos abarca la Salud Digital?
Inteligencia artificial, big data, telemedicina en todas sus derivaciones, internet de las cosas… Pero ¿de qué hablamos realmente?
Podemos tomar el hilo acudiendo al Cuadro de Expertos de la OMS para la Salud Digital que se constituyó en 2019 y que habla de ‘’el uso de las tecnologías de la información y la comunicación para mejorar la salud y campos relacionados con la misma’’, lo cual nos da una idea de lo grande que es este paraguas. Aun a riesgo de simplificar demasiado, podríamos decir que la salud digital afecta a dos elementos fundamentales del sistema sanitario: por un lado, el conocimiento en todas sus vertientes, y por otro las relaciones e interacciones entre los diferentes actores, fundamentalmente clínicos y pacientes. Hagamos un recorrido por cómo se han visto afectadas por la pandemia.
¿Cómo se alinean COVID, conocimiento y salud digital?
La conocida secuencia “datos-información-conocimiento” está absolutamente integrada en el código genético del sistema sanitario, desde el acto clínico más sencillo hasta el proyecto de investigación más complejo. Que la digitalización es un combustible básico para la recolección, almacenamiento y puesta a disposición de datos y la posterior generación de conocimiento, resulta una obviedad. Qué duda cabe de que en el contexto de la pandemia esto ha cobrado una importancia fundamental. Una de las debilidades más evidentes relacionadas con este tema y puestas de manifiesto durante la pandemia, ha sido la constatación de la necesidad de una mayor integración e interoperabilidad de datos entre los diferentes sistemas de información sanitaria existentes en nuestro país. La dependencia de las fuentes autonómicas para recopilar la información estatal de casos, hospitalizaciones, e incluso fallecimientos, ha puesto sobre la mesa un escenario de mejora significativo. Se han observado diferencias, no ya en la recolección, sino incluso en la definición y categorización de las diferentes variables utilizadas, lo cual ha generado artefactos en la información de seguimiento de la pandemia que quizá han podido transmitir una sensación de inconsistencia para nada deseable dadas las circunstancias.
Por otro lado, y por lo que respecta a la actividad investigadora, la pandemia ha permitido visibilizar las tremendas posibilidades que la conectividad y la digitalización pueden aportar en el avance del conocimiento científico. Hemos presenciado una apertura sin precedentes a la colaboración internacional entre los profesionales. Se han constituido grupos plurinacionales a una velocidad nunca antes vista. Se ha observado una disposición generalizada para compartir los datos que cada uno iba generando, permitiendo que los avances en el manejo de los casos se generalizasen con una agilidad, nunca antes vista. Todo ello ha despertado una conciencia colectiva de que sumando lo que cada uno sabe, llegaremos antes a la meta, rompiendo con muchos nichos, miedos e islas existentes. Al mismo tiempo se ha demostrado que se podía ser mucho más ágil en la generación de conocimiento, en la revisión y validación de las investigaciones y su publicación. De este modo, muy pronto veremos cómo la puesta a pie de paciente del conocimiento generado en forma de vacunas, aprobadas en tiempo récord, va a ser una realidad. Sería una pena que todas estas capacidades, que en un contexto normalizado nos parecían imposibles, se diluyan volviendo al punto de partida una vez superada la situación de pandemia. Por ejemplo, y volviendo al tema de las vacunas, no se entendería que volvamos a los plazos habituales entre el desarrollo de una innovación terapéutica y su puesta a disposición para los pacientes. Parece obvio también, que a mayor disponibilidad de datos compartidos, tendremos también mayor capacidad para impulsar desarrollos en el entorno del big data y la inteligencia artificial como apoyo a la toma de decisiones. Ojalá aprovechemos el impulso.
¿Cómo condiciona COVID las interacciones humanas y la salud digital?
La naturaleza de la transmisión de la COVID-19 ha condicionado de forma significativa las interacciones entre las personas, afectando de manera notable al entorno clínico. Por un lado era necesario limitar los escenarios de encuentro cercano, y por otro se hacía indispensable limitar la circulación en los hospitales y centros de salud. Como consecuencia de ello, hemos asistido a una explosión significativa de las interacciones virtuales, tanto clínicas como en otros entornos profesionales, que hasta la llegada de la pandemia tenían un carácter residual, despertaban poca confianza entre los actores implicados, y no terminaban de cuajar debido a que las barreras siempre superaban a los facilitadores.
En apenas unas semanas nos habíamos olvidado de todo ello y estábamos asistiendo a congresos y jornadas desde el salón de casa, celebrando comités de tumores y comisiones de farmacia de manera telemática, haciendo visita médica virtual, y lo que parecía más difícil, realizando teleconsulta con todo tipo de pacientes, y no solo en atención primaria sino a lo largo de todo el abanico de especialidades médicas.
Sin duda, este último es el escenario de mayor impacto para el sistema sanitario, ya que ha permitido superar una barrera que parecía inexpugnable, al demostrar que existían muchos contactos presenciales con pacientes y entre profesionales, que podían tener el mismo valor sin la necesidad del desplazamiento, del establecimiento de un circuito hospitalario, y de la disponibilidad de un espacio físico, poniendo sobre la mesa un filón de eficiencia sin precedentes. Seguro que también han existido muchos escenarios donde la teleconsulta ha restado valor en términos de seguridad, de humanización o de capacidad de exploración, por eso ahora toca encontrar el punto de equilibrio y utilizar lo aprendido para definir cuáles son los entornos donde la teleconsulta puede jugar un papel eficiente y seguro. Lo que está claro es que el sistema, en lo tocante a este aspecto, ha aprendido a priorizar mejor.
¿Qué oportunidades se presentan para la Salud Digital en este escenario?
Por todo lo anterior, la salud digital tiene ante sí un escenario de oportunidad, nunca antes conocido, mucho camino allanado para su desarrollo, y bastante evidencia sobre sus posibilidades. Disponemos de una imagen mucho más certera sobre sus debilidades, y una demostración empírica suficientemente robusta sobre sus fortalezas. Lo aprendido ha de servir para trabajar en la consolidación de lo avanzado, rectificar en aquellas cosas que han sido válidas para un escenario de emergencia, pero que no debemos normalizar en situación basal, y abandonar aquellos aspectos, que los habrá, en los que no hemos sido capaces de encontrar las utilidades adecuadas.