03/02/2022
Alberto Giménez Artés
Presidente de la Fundación Economía y Salud
La situación que hemos vivido estos dos años con la pandemia sufrida ha puesto en evidencia la falta de recursos de nuestro Sistema de Salud. En esta situación se oyen afirmaciones como la de que resulta inevitable el daño sufrido, ya que en estos casos de pandemia se desborda y colapsa hasta el sistema mejor preparado del mundo. Afirmación que, aunque puede tener algo de verdad, se utiliza como excusa para encubrir deficiencias que son estructurales y que de haberlas corregido en su momento, los daños hubieran sido significativamente menores.
Mas allá del gasto que como país hemos llevado a cabo en una situación como la pandemia que estamos sufriendo, es necesario que nos detengamos en algunas cifras corrientes de nuestros presupuestos que nos permitan compararnos con nuestro entorno a la hora de aumentar nuestra información para la mejor toma de decisiones.
En el año 2019, antes de la pandemia y, por tanto, en circunstancias normales, el gasto sanitario total en España, según el Ministerio de Sanidad, fue de 115.458 millones de euros, lo que supone un 9,13% del PIB (6,6% en gasto público y 2,7% en gasto privado). Estos porcentajes del PIB son prácticamente idénticos en cada uno de los cinco años anteriores. Podemos afirmar, por tanto, que el esfuerzo presupuestario ha sido el mismo durante estos años, si bien el gasto total se ha incrementado en más de 15.000 millones en los últimos cinco años.
Si nos comparamos con la media europea vemos que estamos por encima de la media en gasto total. Pero el dato de gasto por habitante resulta más revelador y en este caso no salimos bien parados. En el año 2018 gastamos 2.320 euros por habitante, 303 euros por debajo de la media europea. Para alcanzar la media necesitaríamos 13.398 millones de euros, es decir, algo más de un 1% del PIB. Parece evidente pues que la exigencia de incrementar nuestros presupuestos en Sanidad en ese 1% es más que razonable.
El destino de esos fondos debe de ir a incrementar nuestros recursos humanos y materiales. En estos campos tenemos claro que necesitamos más profesionales. Según SEMERGEN un médico de atención primaria debe atender a una población de 1.300 habitantes. España cuenta con 1.342 pacientes por médico, lo que supone la necesidad de incorporar 961 médicos. Si hablamos de enfermeras, la OCDE establece una ratio ideal de 8,2 enfermeras por cada 1.000 habitantes. Para llegar a ese porcentaje necesitamos 111.084 enfermeras más. Y así podríamos seguir con otras especialidades y profesiones. La necesidad de invertir en nuevos profesionales es una prioridad, para lo que será necesario articular las medidas necesarias.
Respecto a recursos materiales, tenemos sin ir más lejos la necesidad, según el propio Ministerio de Sanidad, de incorporar al sistema 51.633 camas de larga estancia y rehabilitación. O incrementar nuestro presupuesto en I+D+i, que a pesar de recibir un fuerte impulso se encuentra lejos de la media europea.
Ahora bien, no solo se trata de gastar más, sino mejor. Buscar la eficiencia significa, entre otras cuestiones, invertir más en la prevención y promoción de salud. No hay gasto más eficiente que el que evita la enfermedad, y a ello dedicamos algo más de 2.000 millones de euros, apenas un 1,7% del PIB, algo a todas luces insuficiente.
Y ya en el campo de la enfermedad debemos ajustar los recursos a las necesidades, mejorar la gestión clínica de nuestros hospitales y profesionales y huir del hospitalocentrismo, ya que muchos pacientes pueden ser atendidos en sus domicilios o residencias de mayores con el uso de las tecnologías y buenos equipos de Unidades de Hospitalización a Domicilio, procurando disminuir ingresos hospitalarios o producir altas sin demoras injustificadas desde el punto de vista clínico.
Buscar la eficiencia significa, entre otras cuestiones, invertir más en la prevención y promoción de la salud
En el campo de los servicios sociales, nos encontramos que España necesita para cumplir con la ratio recomendada por la OMS 75.000 camas de residencias para mayores, cifra perfectamente compatible con las necesidades reales de España, que cuenta con una lista de espera para servicios de dependencia en general de más de 300.000
personas.
Precisamente en este campo se presentó un estudio para, aprovechando los fondos europeos, crear estas camas, lo que suponía más de 4.000 millones de euros de inversión que la iniciativa privada estaba dispuesta a afrontar. Se vuelve a poner en evidencia que mejorar la salud y la calidad de la vida de las personas no es algo solo y en sí mismo valioso, sino que además, puede generar inversión y empleo.
Estos momentos pueden ser propicios para mejorar y optimizar nuestros recursos con ayuda de los fondos europeos. En este sentido, nuestra institución apoyó una iniciativa para buscar la eficiencia energética de nuestros hospitales, que sin incrementar deuda permitiera disminuir la factura anual de gasto energético. No debemos desaprovechar la oportunidad, y con inteligencia y pragmatismo, presentar proyectos que mejoren, con inversiones adecuadas, nuestro gasto eficiente en salud.
Sabemos lo que hay que hacer, pero nos cuesta hacerlo y no solo por falta de presupuesto, sino por falta de eficiencia. Es necesario un pacto de Estado que por encima de prejuicios ideológicos, y pensando únicamente en lo que hay que pensar, que no es sino en el paciente, su persona y sus necesidades, vayamos trabajando en optimizar y ampliar nuestros recursos humanos, materiales y técnicos.
No olvidemos que gestionar la salud de forma adecuada no sólo generar calidad de vida, sino riqueza, empleo y conocimiento de alto valor. No en vano, estamos ante un potente motor de la economía española.